He tardado muchos años en tener un perro. De pequeños, y no tan pequeños, mis hijos me demandaban insistentemente tener uno en casa.
Trabajo, obligaciones, cansancio y demás monsergas hacían que ni tan siquiera contemplara mínimamente la posibilidad de tenerlo. Una y otra vez me ratificaba en mi negativa ofreciéndoles miles de excusas, desplegando ante ellos un sin fin de “razones realistas” que apoyaban, sin lugar a dudas, mi decisión
Pues bien, un día...,